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Oier el gordito tiene un retinoblastoma

Mikel Iturria 2005/05/03 07:30

Entre los muchos mensajes que tenía pendientes a la vuelta de vacaciones, me he topado con éste que enviaba Elena a la lista de Eibar. Nos cuenta en él que han diagnosticado un tumor ocular a su hijo pequeño de dos años y medio.

Oigo y leo por ahí que los bloggers somos unos exhibicionistas. Ni entro ni salgo, pero me quedo con este tipo de exhibicionismo, a pecho descubierto; hay párrafos tremendos, como ese en el que cuenta lo que le sugieren las miradas de los niños enfermos.

Me gusta cómo escribe Elena. Yo lo he traducido al castellano y os hago partícipes de su narración.

Espero venir con noticias mejores la próxima vez. Seguro que sí. Como, por ejemplo, que Oier se ha curado, como se curó Joxe, quien también anima a la madre y a la familia en este mensaje.

Un gran abrazo y muchos ánimos a la madre, al niño y a toda la familia.

Oier el gordito tiene un retinoblastoma

Nuestro hijo pequeño, el gordito y parlanchín Oier, de dos años y medio, tiene un retinoblastoma. El retinoblastoma es un tumor cancerígeno que aparece en el ojo. Oier lo tiene en el ojo izquierdo y no tiene tocado el derecho.

El pasado martes teníamos hora con el oftalmólogo. Nos habíamos dado cuenta de que torcía algo un ojo y que lo mejor era hacer una consulta. Pensábamos que le pondrían gafas o un parche, que tendría algo de estrabismo.

El oftalmólogo se dio cuenta enseguida de lo que pasaba y sin ningún miramiento nos dijo: "Oier tiene un tumor, un retinoblastoma, y ha perdido la visión del ojo izquierdo. Hoy en día hay tratamientos para enfrentarnos al tumor, pero la principal pelea será salvar el ojo". Nos dijo que no le diéramos más vueltas y que le lleváramos al Hospital La Paz de Madrid, al doctor Abelairas.

A las 8:00 de la mañana del pasado jueves estábamos en la zona infantil del Hospital La Paz. Le vio el doctor Abelairas y confirmó el diagnóstico. "Retinoblastoma unilateral izquierdo". Estamos así-así de salvar el ojo. Tras hacer una ecografía y los correspondientes análisis, le pusieron un tratamiento que consta de seis sesiones de quimioterapia, a comenzar al día siguiente.

No es fácil entrar en el servicio oncológico de un hospital infantil, no por lo menos sin sentir un puñetazo en el estómago, sabiendo que uno de aquellos es tu hijo. Bebés de meses que todavía van en carro, niños en edad de jugar al fútbol, otros en edad de comenzar a frecuentar discotecas. Había de todo allí. La mayoría con la cabeza tapada. Es tremendo lo que se puede leer en los ojos de los niños que no tienen pelo. Me parecieron miradas tristes, serias, responsables, adultas. Todos a la expectativa en la sala de espera, daban ganas de fugarse por la ventana mientras el sol entraba en la estancia.

El segundo día, el mismo día en que nos tocaba la primera sesión de quimioterapia, ya estábamos metidos de lleno en aquel mundo. Los niños preguntaban el nombre y comenzaron a jugar con nuestro hijo. Y éste también, como aquellos, empezó con el tratamiento.

Estuvimos toda la mañana en aquel pequeño laboratorio, enchufados al cable, contando cuentos, viendo vídeos, comiendo galletas. Terminamos a eso de las 2:00 de la tarde y nos largamos para casa, hasta el próximo ciclo, dentro de tres semanas.

A eso de las 4:00 de la tarde, comenzaron los primeros síntomas de la "quimio". Oier comenzó a devolver y así se pasó toda la tarde. No podía beber agua sin vomitarla, no podía dormir, porque aunque estuviera sin fuerzas, comenzaba a vomitar. Para cuando llegamos a casa, el niño era un trapo. Entonces le tocaba tomarse la medicina que le habían dado en el hospital contra las náuseas. A los cinco minutos de tomarla, el niño empezó a pedir comida, a comer, a cantar y a bailar. Cenó de maravilla y durmió mejor. Desde entonces, está bien y no ha tenido mayores secuelas.

Ahora el niño está bien. Mañana hemos de volver a que le hagan una resonancia para comprobar si tiene o no tocado el cerebro. Y luego, el día 12, el segundo ciclo de la quimioterapia.

El proceso será largo, seguramente duro, pero Oier se curará.

Hasta aquí la necesidad que tenía de contarlo, una necesidad tremenda. Si acierto con el blog, lo pondré allí. Pero ahora no tengo fuerzas para eso.

Elena

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